domingo, agosto 16, 2009

Otra línea Maginot

Politizar el trato al inmigrante es el medio más seguro de enredar aún más el problema. Sería mucho mejor dedicar medios a luchar contra el tráfico de personas

JOAQUÍN PRIETO
Cuando Nicolas Sarkozy no era todavía el presidente de Francia, protagonizó un célebre debate televisado con el septuagenario Jean-Marie Le Pen, que llevaba veinte años tronando contra el laxismo de su país y de Europa a propósito de la inmigración. Ante las cámaras, el ultraderechista comenzó a barbotar invectivas hacia los extranjeros, culpándoles de la delincuencia. Y Sarkozy le replicó: él, Le Pen, ya había tenido tiempo de vivir lo poco que valía la línea Maginot. Además de jugar astutamente ante los electores con la vejez del líder extremista, el futuro presidente trajo a colación la facilidad con que el ejército hitleriano había roto los fortines de defensa, en 1940, usándolo como metáfora de la ineficacia del cierre de un país para impedir que revienten sus fronteras.

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