viernes, septiembre 25, 2009

El Blog de Javier Caraballo


(Foto Francisco Ledesma)
En realidad, la crónica podría haberse detenido en la cuarta o en la quinta línea. Justo después de la secuencia de los acontecimientos, narrada allí de forma telegráfica, como anotaciones en un diario. «Sábado, 19. Una patera naufraga junto al islote de Perejil con sesenta personas a bordo. Sólo once sobreviven. Domingo, 20. Los supervivientes son dados de alta del hospital de Marruecos en el que fueron ingresados. Lunes, 21. La policía de Marruecos traslada a los supervivientes a la frontera con Argelia y los abandona allí». Tendría que haberse detenido ahí la crónica porque, en realidad, no hay más; porque no hacen falta más palabras para narrar este absurdo cruel, esta inhumanidad, esta salvajada con la que convivimos. No hacen falta más palabras porque todas aquellas que vinieran a continuación tendrían que hablar de sufrimiento, de sentimiento, de llanto, de desesperación, de amargura y todo eso, ya sé, son conceptos que, generalmente, no van asociados a las crónicas del naufragio de una patera.

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