miércoles, marzo 24, 2010

Una asociación marroquí acoge a 180 jóvenes abandonados y los forma para que sean artistas

BEATRIZ MESA/SALÉ

Hajar Byad sustituyó la calle por el circo, y el pegamento –la que era su droga– por una cuerda sobre la que camina casi siete horas al día. No fue fácil el cambio, sobre todo para quien lo consiguió: su educador social, Laicha.
Congoleño de nacionalidad, Laicha llegó a Marruecos hace más de una década para acabar sus estudios de agente social. Desde entonces y con su seductora palabra, sale casi a diario a la caza de niños desamparados que deambulan de aquí para allá, tocando las ventanillas de los coches, con un paquete de pañuelos en una mano y un bote de pegamento en la otra.

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