lunes, diciembre 03, 2012

Ojalá nunca sean inmigrantes...

Esto es un texto que leí en un artículo de Daniel Alonso. Es el discurso de algún político en América del Sur. Me gustó. Me gustó mucho. Aquí lo transcribo:

“Es muy probable que entre los jóvenes que están aquí, una gran cantidad conozcan o tengan algún familiar inmigrante. Pero también es probable que no sepan qué es un inmigrante. Pues bien: un inmigrante es un ser al cual el destino quiso poner a prueba su entereza de espíritu, su estructura moral y su capacidad de sobrevivencia.
“Es como una planta a la cual se arranca de su lugar para trasladarla a otro, desconocido, donde deberá echar nuevamente raíces. Lugar al que solo llegará después de muchas y penosas vicisitudes. Si la planta tiene la suerte de encontrar en su entorno quién la estime y la riegue, es muy posible que su esfuerzo para adaptarse a su nuevo suelo se vea recompensado. Muchas irán quedando por el camino sin conseguir las caricias de un nuevo sol.
A nuestra patria le cupo en suerte recibir un gran número de estos trasplantados que son los inmigrantes. Desde el nacimiento mismo de nuestro país arribaron a él muchos miles de seres humanos que el infortunio obligó a cruzar mares en viajes interminables, llenos de incomodidades y peligros. Seres que se quedaron sin sus padres. Sin sus hijos. Sin sus amigos. Familias desgajadas con la partida del padre, de la madre o del hijo a los que abrazaban, sin saber si ese no sería el último abrazo.
“Y el inmigrante partía en una aventura llena de dudas y plagada de angustias y tristezas, para iniciar la lucha sin cuartel contra el hambre, la soledad y el desarraigo. Atrás dejaba la aldea, la ciudad o el campo. Atrás quedaban los mejores recuerdos de sus amigos, los mejores momentos de su juventud, tal vez su novia o simplemente la casa donde nació.
Y aquí en esta tierra promisoria comenzó, tenazmente, su lucha por un futuro mejor. Enterró sus raíces en el suelo pródigo, las regó con amor, trabajo y mucha tenacidad. Secó sus lágrimas y emprendió la construcción de una vida nueva. Aprendió a rezar en un nuevo idioma. Aprendió a querer a una nueva patria y conquistó nuevos amigos. Y trabajó con ahínco. A veces con sacrificio.
Un día Dios premió su esfuerzo. Fue cuando pudo reunirse nuevamente con sus hijos y su esposa y otros miembros de su familia. Pero el día más feliz, cuando realmente pudo sonreír, fue cuando esta generosa tierra  le ofrendó hijos y nietos que le hicieron olvidar su condición de inmigrante. Fue cuando vio el futuro de paz y amor que son todos ustedes. Que, ojalá, nunca sean inmigrantes”.

Y yo añado: Ojalá nunca sean inmigrantes y aprendan a mirar con ojos de amor y comprensión a los que lo son, y que han venido a nuestra tierra para ayudarse y para ayudarnos...

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