domingo, agosto 03, 2014

Un inmigrante del CETI vuelve a su país de forma voluntaria

03 Agosto 2014 Carmen Echarri Elfarodigital.es **************** El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, hizo temblar la memoria colectiva de todos los españoles cuando el pasado marzo anunciaba que más de 30.000 inmigrantes habían puesto rumbo al país, fijándose Ceuta y Melilla como sus puertas de acceso. La inmigración, entendida como lo hacemos habitualmente, sigue una única ruta: del África subsahariana a Europa, sorteando las dos trincheras que, a modo de fronteras, tiene el viejo continente en el Sur. Pero hay inmigrantes que hacen ese periplo a la inversa. Tras comprobar lo que hay en España, tras permanecer años buscando el futuro con el que soñaban, intentan deshacer el camino, volver atrás hasta llegar al que fue su hogar. Aquel que abandonaron apostando toda su vida por una mejora que nunca se produjo. Issa Balde es uno de ellos. A sus 29 años, natural de Guinea Bissau, el periplo migratorio que comenzó en 2011 no le ha reportado lo que buscaba. Esta semana salía del CETI para regresar voluntariamente a su país. Lo hacía en el barco que sale de Ceuta a las 6.00 horas, rumbo a Madrid para, desde la capital, tomar un vuelo que lo lleve a la ciudad desde la que, tres años atrás, partió. A las puertas del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, Issa cuenta su historia a El Faro. Una historia única, porque no se conocen más casos de inmigrantes que hayan solicitado regresar a su país desde Ceuta. “La vida es muy difícil, si no tengo a nadie... Vine para buscar una mejor vida, no la he encontrado”, explica, en un perfecto castellano teñido de expresiones en Portugués (el idioma oficial de su país). Issa marchó en 2011 de las costas marroquíes en una barca a remos junto a otros subsaharianos que ni siquiera conocía y que nunca más volvió a ver. Había dejado Guinea Bissau para marchar por Mauritania, Mali, Niger, Argelia y Marruecos. Allí tuvo la oportunidad de llegar hasta Algeciras en una travesía no exenta de dificultades pero que, al menos a él, le salió bien. Allí empezaría a “buscarse la vida”. Atrás dejaba un hogar sin padres, sin esposa, sin familia... y se decidía a emprender una vida distinta. Issa llegó a Almería, en donde tiene un hermano. Los primeros días los pasó en un CIE hasta que fue puesto en libertad. No encontraba trabajo. Lo buscó durante años por Almería, en Portugal, en Algeciras, en toda la zona sur peninsular. Nada le reportaba el recurso necesario para mantenerse. Con una tarjeta censal que le expidieron en Almería pudo comprar un ticket de barco para venir a Ceuta. “Nadie te puede ayudar porque todos están mal”, explica. ¿A qué ese interés por la ciudad? “Pensaba que desde aquí podía ir a Marruecos”, confiesa. Y vaya que lo intentó. Llegó hasta la frontera marroquí con la idea de cruzarla y desandar el camino hecho años atrás. Se topó con la oposición policial. Al menos en dos ocasiones llegó hasta el lado marroquí y esos mismos intentos de pase obtuvieron el rechazo de unos sorprendidos agentes no demasiado habituados a ejercer su papel de control a la inversa. Issa terminó desesperado en el CETI por recomendación policial. Allí ha permanecido dos meses, justo el tiempo para preparar su regreso a Guinea Bissau, que se ha llevado a cabo por mediación de una oenegé. Su destino es su ciudad Bafata Bafata, en donde le queda un hermano. “No me arrepiento de nada”, confiesa. Sus ojos denotan la tristeza y el vacío por no haber conseguido una mejora. Él marchó de su país porque perseguía eso, una vida mejor. Lo intentó, buscó por todos los lados, pero la ausencia de un trabajo, de una estabilidad que le sacara de la cada vez más enorme bolsa de sin papeles que viven atrapados en España al margen de la legalidad. “Solo buscaba una vida mejor”, indica. Ahora, tras marchar a Madrid y de ahí a su país, intentar recuperar la que quedó paralizada, bloqueada desde el momento en que decidió subirse a una embarcación y empezar a remar y remar hasta llegar a las costas de un país en el que la contratación de inmigrantes es cada vez menor, en el que las duras sanciones a empresarios por hacerse con mano de obra ilegal ha evitado que siguieran creciendo esas bolsas de temporeros sin derechos, en el que no hay salida. Al menos no la hubo para Issa. “Pero no me arrepiento”, insiste. Las salidas a la península fijas y los escasos retornos voluntarios Las salidas de inmigrantes a la península se van haciendo de forma constante desde los CETI de Ceuta o de Melilla. Esos inmigrantes son ingresados en los CIE para, cumplido el tiempo de estancia, ser puestos en libertad. La amplia mayoría no encuentra trabajo y termina dedicándose a oficios con los que poder subsistir. El sentido contrario es más complicado, es decir, hallar inmigrantes que quieran volver de forma voluntaria a su país. En el caso de Issa, la Policía tuvo que autorizar su salida, se le hizo un expediente de expulsión y tras mantener un contacto con una oenegé marchó a Madrid y desde allí a su país. El Ministerio del Interior ha logrado que 35 inmigrantes subsaharianos “irregulares” se hayan acogido al Programa de Retorno Voluntario. Issa y Omar, la historia al revés La historia de Issa rompe la tónica de la inmigración. No es común que se intente regresar al lugar desde el que se ha marchado aplicando esa generalidad de que si España está mal, peor deben estar los países desde los que escapan los inmigrantes. Issa no entiende así la vida. Para él no hay futuro en el país que le acogió, de ahí que haya intentado hasta en dos ocasiones que Marruecos le abriera las puertas para iniciar su regreso. Imposible. A pesar de que el vecino país no pone trabas a la llegada de otro tipo de inmigración carente, por ejemplo, de visado; sí lo hace a la inversa. El caso de Issa recuerda al de Omar Chuick, otro subsahariano que también llegó a Ceuta procedente de la península con la única idea de marchar a Marruecos. Omar terminó en la cárcel porque en su intento por saltar la valla al revés terminó pegando a un agente. Este maliense, que fue descubierto por la Guardia Civil queriendo pasar al otro lado, terminó juzgado y sentenciado. Nunca quiso explicar el porqué de su huida y de su escapada violenta. En el caso de Issa su historia se corresponde con el vivo ejemplo del fracaso que sufren miles de inmigrantes que llegan engañados a este lado. Issa reconoce que lo que ha pasado en estos años de periplo por España no es lo que esperaba. Prefiere regresar a su país de origen. Lo ha logrado desde una Ceuta que lo acogió, aunque ‘de segundas’.

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