lunes, septiembre 28, 2015

Los dolores de la inmigración

Por Jesús Fernando Taboada Vivimos en un mundo de imágenes. Observamos el mundo a través de nuestros ojos y a ellos están destinados los principales hechos de nuestro diario vivir. Por ello las imágenes cobran un valor inusual, destacando aquellas cubiertas de dramatismo y otras que exaltan virtudes o destacan personajes. La televisión se ha convertido en el medio más idóneo para trasmitir y a ella recurren todos los esfuerzos para convencer. Los políticos abusan incluso de ella y sobrecargan y desalientan a los espectadores que procuran recibir mensajes cada vez más impactantes La imagen del niño Aylan Kurdi implicó un antes y un después. Migraciones hubo siempre, existen desde el origen del mundo ya que ellas implican la búsqueda de un mundo mejor. La vibrante prosa de Arturo Pérez Reverte en un reciente artículo titulado “Llegan los godos al imperio vencido”, quien se complementa con otro de Mario Vargas LLosa sobre similar temática, nos demuestran la vigencia de un drama que cobra cada día mayor enjundia y menor posibilidad de solución. A estas dos plumas del genio de la literatura hispánica contemporánea, se agrega la voz autorizada de Su Santidad el Papa Francisco, quien en diversos foros, incluso en su trascendental mensaje ante el Capitolio norteamericano, ha hecho valer su intensa preocupación por este tema. Uno de los primeros viajes de nuestro Papa fue a la isla de Lampedusa, símbolo de la acogida dramática de aquellos refugiados que escapando de sus miserias sobrevivían malamente a las inclemencias de un Mediterráneo que se estaba convirtiendo en la barrera mortal a sus aspiraciones. Los náufragos por millares ensombrecieron la temática del mundo y las imágenes de ellos abarrotando embarcaciones precarias dieron la vuelta al mundo permitiendo que nadie quedara exento de compartir un sentimiento de humanitaria solidaridad. Luego fueron las masivas migraciones de aquellos que, a marchas forzadas, atravesaron la Europa marginal en procura de las orillas de aquellas naciones donde apreciaban existía la solución de sus dolencias. Millares de caminantes, fallidos náufragos, dolientes todos y con rostros donde se transfiguraban los horrores que justificaban su escape ensombrecieron al mundo y la imagen de ese niño muerto en las orillas de una playa estival trastocó lo que era políticamente correcto en incorrecto. Imagen esa que implicó el después, que significó el despertar de las vergüenzas que los países ricos de la Unión Europea descubrían al verse asaltados por turbas que escapaban de miserias ajenas. Puertas se abrieron solapadamente y los negociadores de una Europa invadida se reunieron para tratar distribuir cuotas cómo si se tratare de objetos sin reconocer que están dotados de alma y espiritualidad y que conllevan una inmensa carga de dolores. A la imagen de Aylan se superponen otras numerosas que muestran la búsqueda de refugio y asilo. Documentos fuertes y dolientes donde figuran los rostros de dolor frente al rigor de las fuerzas del orden. Esas masas de escapados no pueden ser simplemente repertoriados como refugiados del dolor o migrantes que procuran un mejor pasar. Ello no obstante ante el fluir tan numeroso es preciso reconocer que los medios que dispone un continente aquejado de dolencias económicas, con incremento del desempleo y crisis extendida, no facultan conceder una política de puertas abiertas a esas masas que emigran y que darían futuro ejemplo a potenciales seguidores. El bastión europeo, mítica zona que el imaginario del subdesarrollo contempla como el Edén prometido, simplemente no está en condiciones de dar satisfacción a los fugitivos del terror y la violencia. Sus limitaciones son claras y precisas si bien nadie quiere aceptarlas, dando pie a discusiones internas entre los integrantes de la Unión Europea sobre las posibilidades potenciales de conceder una posible cabida a tanta gente. Por otra parte esta situación despierta arcaicos resabios de una xenofobia larvada que potencia los extremismos. La tolerancia tiene también sus límites y el análisis de las causales de esta situación converge en las consecuencias de la guerra civil en Siria y la exaltación del Estado Islámico como banda terrorista que abusa de un extremismo religioso con aspiraciones a retrotraer el mundo a conceptos medievales y constituye el motor de los actuales atropellos del Medio Oriente, acentuando su vorágine tradicional de violencia e inestabilidad. No existiría una guerra contra la inmigración si se lograra consolidar la paz en Siria, donde se reconstruyen las características de la guerra fría. La posición de Moscú de defensa del alicaído dictador de Damasco contraviene con el imperativo de finiquitar con el régimen de Bechir el Hassad y dar un curso sustentable al futuro de dicho país que está en claras vías de disolución ante el arreciar de fuerzas antagónicas representadas por sunitas contra chiitas, que sirven de escudo al dirimir de fuerzas entre Arabia Saudita e Irán; ambos campeones de cada sector de la dividida fe islámica, y en la que ninguno de los dos se ha caracterizado por servir de puerto de acogida a refugiados de su propia confesión religiosa El problema de las migraciones afecta a todos los países por igual y es desesperanzador ver que solamente los del mundo occidental y del islam moderado, como Líbano y Turquía, se han visto concernidos frente a imágenes que sorpresivamente muestran una mayoría de hombres entre quienes buscan refugio en las playas europeas. El arreciar de la violencia del Estado Islámico constituye el mal mayor al que deberá darse solución, sea por vía de la articulación política o por la más eficaz de la militar, hasta ahora renuente en utilizar por las potencias occidentales que no quieren comprometerse con el aporte efectivo de las necesarias tropas en la región. Jesús Fernando Taboada fue embajador de la República Argentina ante la República de Túnez. http://www.lanueva.com/notas-y-comentarios/832927/los-dolores-de-la-inmigracion.html

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