sábado, marzo 12, 2016

En la última lluvia de invierno

Por Marcelo Taborda as noticias no podían ser peores para miles de personas que se hacinan en precarios campamentos o a la vera de alambradas de púas, a la espera de que los pasos fronterizos vuelvan a abrirse y se pueda retomar el camino hacia un destino seguro, donde empezar otra vida. Los líderes de los 28 países que integran la Unión Europea terminaron de abrochar ayer con el gobierno de Turquía un acuerdo al que ni el más enrevesado de los eufemismos podría disimular como solución humanitaria. Por este arreglo, Europa cerrará sus puertas a migrantes y encargará a Turquía el trabajo ingrato de frenar el flujo de refugiados. A cambio, la UE duplicará los tres mil millones de euros destinados inicialmente a Ankara para esa tarea, agilizará trámites para que ciudadanos turcos crucen su territorio sin visados y limará diferencias para que los herederos del Imperio Otomano se conviertan en un miembro más de su exclusivo club. A su vez, el gobierno turco aceptó recibir en su territorio a migrantes “irregulares” que Europa comenzará a deportar, incluidos sirios que huyen de una guerra atroz, de cuyos inicios se cumplen este viernes cinco años. Aunque el entendimiento estipula que por cada sirio sin papeles expulsado por la UE a Turquía podrá ingresar al Viejo Continente uno que resida con papeles en suelo turco, el acuerdo refleja un cambio de postura fatal frente a este drama humanitario. El trato sepulta los acuerdos de Schengen, pergeñados entre 1985 y 1990 para facilitar la circulación entre miembros de la incipiente Unión, inmersa hoy en una grave crisis y con signos de ruptura. Pero nadie puede sentirse sorprendido. La primera discriminación fue la de aceptar en el cupo de refugiados sólo a quienes escapaban de las guerras o conflictos armados y no a exiliados “económicos”, como si el hambre no matara a quienes prefieren hundirse en el Mediterráneo antes que desfallecer en la pobreza de tierras arrasadas en África. Como el 91 por ciento de los desesperados que se lanzaron hacia Europa en 2015 provenía de Siria, Irak y Afganistán, la selectividad dejó luego afuera a los afganos, con el argumento de priorizar la protección a quienes huían del Estado Islámico y sus horrores irradiados desde Al Raqqa o Mosul. Después se dejó fuera a los iraquíes y ahora se autoriza a expulsar a sirios hacia una Turquía que ya alberga a más de 2,5 millones de refugiados y sobre la que pesan también denuncias de deportaciones violentas. El cierre de frontera dispuesto días atrás por Austria tuvo una reacción en cadena en los países de la “ruta de los Balcanes”, a través de la cual miles de familias pugnaban por llegar a Alemania, donde crece la xenofobia. Anoche, Eslovenia comenzó a exigir pasaportes, confirmando que el camino se cortó. Para muchos de los más de 135 mil migrantes que llegaron a Europa en lo que va de 2016, el destino es más incierto que nunca. La organización Médicos Sin Fronteras, que salvó cientos de vidas en decenas de naufragios, definió el acuerdo de ayer con un calificativo: “cínico”. Para Amnistía Internacional, lo pactado por la UE y Turquía es “inhumano. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) advirtió que se violan leyes europeas e internacionales. Mientras, en las carpas de más de 40 mil varados en suelo griego o junto a vallas de otras naciones, ni el frío ni las últimas lluvias del invierno habrán calado tanto su humanidad como el anuncio de que Europa les cerró la puerta en la cara. http://www.lavoz.com.ar/mundo/en-la-ultima-lluvia-de-invierno

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